Según las últimas conclusiones de la arqueología del sur de nuestra ciudad, las teorías de los antropólogos más beodos y los sociólogos más conspicuos, el origen de la historia de el hijo del cuervo parece ya muy remota. Tan lejana que nos referimos a un periodo en el que los años ochenta aún pronosticaban un futuro extraño: ni imaginar la caída del muro de Berlín, ni que las regencias terminarían y que las profecías de The Buggles en su “Video killed the radio star” sólo quedarían en una amenaza musical. Peinados estrafalarios que anunciaban la explosiva moda de Robert Smith; modas que nos recuerdan “que las chicas sólo querían divertirse” o las melodías de unos Stones que ¡ya parecían viejos! –y mucho menos imaginábamos que eran inmortales. Y, como dato curioso, en un pequeño lugar de la plaza conocida como La Conchita, Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe creaban un espacio que se alimentaba de la sombra de los cuervos.
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